Puede que aquel aciago 5 de octubre de 2011, cuando su luz vital se apagó, Steve Jobs se llevara consigo su magia, pero la herencia de su genio y de su creatividad aún permanece, plasmada en un éxito empresarial sin precedentes. La capitalización bursátil de Apple casi se ha duplicado en doce meses (hoy, su cotización ronda los 670 dólares frente a los 376 de principios de octubre del año pasado).
Apple ganó 8.824 millones de dólares entre abril y junio, un 20,7% más, y ha escalado del octavo al segundo puesto en el prestigioso ránking de marcas más valoradas de Intebrand, situándose, con un valor de 76.568 millones de dólares, a un tiro de piedra de Coca-Cola, que lidera la clasificación con 77.839 millones de dólares.
El 21 de septiembre salió a la venta en varios países el esperado iPhone 5 (en España hubo que esperar una semana más), que se convirtió en un éxito instantáneo, con cinco millones de unidades vendidas en su primer fin de semana, y se conjetura que este mismo mes se podría anunciar una versión mini del iPad, destinada a plantear batalla a productos similares de Samsung, Google y Amazon.
Las tres grandes diferencias entre Cook y Jobs
Más allá de la perfección y mejora del legado de Jobs, ¿en qué se distingue la actual Apple de la que dejó un año atrás su malogrado fundador? En el ámbito empresarial, su sucesor, Tim Cook, un ejecutivo de probada capacidad pero sin el carisma de su antecesor, dio dos pasos al frente para amarrar el éxito a corto plazo del grupo.
De un lado, tiró de chequera para retener al menos durante un quinquenio el talento profesional de la compañía; en concreto a los miembros del equipo que han estado detrás de sus desarrollos más emblemáticos: iPod, iTunes, iPhone, iPad… Y de otro, en marzo pasado anunció el primer reparto de dividendo en casi dos décadas, así como un plan masivo de recompra de acciones, dos iniciativas a las que destinará alrededor de 45.000 millones de dólares en tres años. Una diferencia notable respecto a la filosofía de Jobs, bajo cuya batuta Apple nunca repartió beneficios por considerar que no propiciaba el aumento de valor del grupo.
Otra marca visible de la nueva Apple es que mientras que en la era Jobs el logotipo de la manzana era, esencialmente, sinónimo de innovación tecnológica, hoy lo que empieza a prevalecer y trascender de su imagen es la vertiente financiera y empresarial.
Las dudas persisten
Precisamente, pese a que todo le va viento en popa al coloso tecnológico, que se encuentra en la cima mundial del sector, las dudas que hoy le acechan siguen siendo las mismas que hace un año: ¿hasta cuándo podrá vivir la Apple de Cook de la herencia creativa dejada por su fundador? Jobs convirtió la gestación y posterior presentación de cada producto en un acontecimiento de dimensión planetaria, esperado con ansiedad por sus cientos de miles de adeptos (y adictos).
Hoy, parte de esa magia se ha perdido. Las puestas en escena de Cook no entusiasman y la pregunta que ronda en la cabeza de miles de seguidores de Apple, a los que Jobs acostumbró a ser cada vez más exigentes, es si la compañía será capaz en el futuro de sorprender al mercado y de marcar las distancias tecnológicas con sus rivales del mismo modo en que lo hizo, con aparentemente pasmosa facilidad, su tristemente desaparecido antecesor.
Vía | Diario Expansión